[ Pobierz całość w formacie PDF ]
."El esfuerzo de escribir un cuento corto es tan intenso como empezar una novela.Pues en el primer párrafo de una novela hay que definir todo: estructura, tono, estilo, ritmo, longitud, y a veces hasta el carácter de algún personaje.Lo demás es el placer de escribir, el más íntimo y solitario que pueda imaginarse, y si uno no se queda corrigiendo el libro por el resto de la vida, es porque el mismo rigor de fierro que hace falta para empezarlo se impone para terminarlo.El cuento, en cambio, no tiene principio ni fin: fragua o no fragua.Y si no fragua, la experiencia propia y la ajena enseñan que en la mayoría de las veces es más saludable empezarlo de nuevo por otro camino, o tirarlo a la basura." Este volumen recoge los cuentos que, afortunadamente para los lectores de García Márquez, no terminaron en la papelera, precedidos por un prólogo en el que se da razón de por qué son doce, por qué son cuentos y por qué son peregrinos.Gabriel García MárquezDoce cuentos peregrinosePUB v1.0ALEX_AAR 22.05.12Título original: Doce cuentos peregrinosGabriel García Márquez, 1992.Diseño/retoque portada: ALEX_AAREditor original: ALEX_AAR (v1.0)ePub base v2.0PRÓLOGOPORQUÉ DOCE, PORQUÉ CUENTOS Y PORQUÉ PEREGRINOSLos doce cuentos de este libro fueron escritos en el curso de los últimos dieciocho años.Antes de su forma actual, cinco de ellos fueron notas periodísticas y guiones de cine, y uno fue un serial de televisión.Otro lo conté hace quince años en una entrevista grabada, y el amigo a quien se lo conté lo transcribió y lo publicó, y ahora lo he vuelto a escribir a partir de esa versión.Ha sido una rara experiencia creativa que merece ser explicada, aunque sea para que los niños que quieren ser escritores cuando sean grandes sepan desde ahora qué insaciable y abrasivo es el vicio de escribir.La primera idea se me ocurrió a principios de la década de los setenta, a propósito de un sueño esclarecedor que tuve después de cinco años de vivir en Barcelona.Soñé que asistía a mi propio entierro, a pie, caminando entre un grupo de amigos vestidos de luto solemne, pero con un ánimo de fiesta.Todos parecíamos dichosos de estar juntos.Y yo más que nadie, por aquella grata oportunidad que me daba la muerte para estar con mis amigos de América Latina, los más antiguos, los más queridos, los que no veía desde hacía más tiempo.Al final de la ceremonia, cuando empezaron a irse, yo intenté acompañarlos, pero uno de ellos me hizo ver con una severidad terminante que para mí se había acabado la fiesta.«Eres el único que no puede irse», me dijo.Sólo entonces comprendí que morir es no estar nunca más con los amigos.No sé por qué, aquel sueño ejemplar lo interpreté como una toma de conciencia de mi identidad, y pensé que era un buen punto de partida para escribir sobre las cosas extrañas que les suceden a los latinoamericanos en Europa.Fue un hallazgo alentador, pues había terminado poco antes El Otoño del Patriarca, que fue mi trabajo más arduo y azaroso, y no encontraba por dónde seguir.Durante unos dos años tomé notas de los temas que se me iban ocurriendo sin decidir todavía qué hacer con ellos.Como no tenía en casa una libreta de apuntes la noche en que resolví empezar, mis hijos me prestaron un cuaderno de escuela.Ellos mismos lo llevaban en sus morrales de libros en nuestros viajes frecuentes por temor de que se perdiera.Llegué a tener sesenta y cuatro temas anotados con tantos pormenores, que sólo me faltaba escribirlos.Fue en México, a mi regreso de Barcelona, en 1974, donde se me hizo claro que este libro no debía ser una novela, como me pareció al principio, sino una colección de cuentos cortos, basados en hechos periodísticos pero redimidos de su condición mortal por las astucias de la poesía.Hasta entonces había escrito tres libros de cuentos.Sin embargo, ninguno de los tres estaba concebido y resuelto como un todo, sino que cada cuento era una pieza autónoma y ocasional.De modo que la escritura de los sesenta y cuatro podía ser una aventura fascinante si lograba escribirlos todos con un mismo trazo, y con una unidad interna de tono y de estilo que los hiciera inseparables en la memoria del lector.Los dos primeros —El rastro de tu sangre en la nieve y El verano feliz de la señora Forbes— los escribí en 1976, y los publiqué enseguida en suplementos literarios de varios países.No me tomé ni un día de reposo, pero a mitad del tercer cuento, que era por cierto el de mis funerales, sentí que estaba cansándome más que si fuera una novela.Lo mismo me ocurrió con el cuarto.Tanto, que no tuve aliento para terminarlos.Ahora sé por qué: el esfuerzo de escribir un cuento corto es tan intenso como empezar una novela
[ Pobierz całość w formacie PDF ]
© 2009 Każdy czyn dokonany w gniewie jest skazany na klęskę - Ceske - Sjezdovky .cz. Design downloaded from free website templates