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.Para un solitario, eso de las nenas constituye un auténtico problema.En ocasiones he sufrido una larga privación.Aquélla me encajaba muy bien.Me tomé el tiempo de mirarla.¡Bonita, muy bonita! Alta, esbelta, hermosos y turgentes senos, cintura delgada y muslos bien torneados.Dorada como un pan caliente.La boca se me hacía agua.Sobre el hombro le caía una trenza de rubios cabellos.De repente ha sonreído.Con una sonrisa dichosa que iluminaba unos ojos bordeados de una selva de pestañas.Y me ha dicho:—Gracias.He abierto la boca de puro pasmo.Gracias ¿de qué?—Esos hombres me capturaron hace cuatro meses.¡Yo los odiaba! Sobre todo aquél, el jefe.El calvo estaba tumbado sobre la espalda, y su mano no soltaba la tizona.La muerte enfriaba los granos de uva de sus ojos.Sobre él empezaban a bailotear, excitadamente, las moscas.La muchacha le ha dado un puntapié furioso en las costillas.—Era una basura.Hallaba placer en la crueldad.Que me violase me disgustaba; pero lo pasaba por alto a pesar de todo.Pero cuando notó que me impresionaba el ver el cadáver de Jean asándose sobre las brasas, me obligó a comer de su carne.Y Jean era.en fin, dormíamos juntos, mira.Yo lo comprendía.La carne humana.No estoy en pro ni en contra.Con ello quiero decir que jamás maté a un tío sólo para comérmelo; o al menos que todavía no estuve bastante hambriento para llegar a este punto.Por otra parte, cuando un tío ha quedado degollado en la pelea, no me altera ni poco ni mucho el considerarlo desde el punto de vista alimenticio.Claro que si aquella chiquilla se había visto obligada a mascar la carne de su cariñito.me imaginaba muy bien lo desagradable que había de resultarle.—¡Me pasé la noche vomitando! No paraba.Cada vez que me acordaba, se me revolvía el estómago.¡Maldito calvo! No sé qué habría dado para verle muerto.Cuando lo has matado, he sentido un gran placer.Comprende, además, que nunca había comido carne humana.¡Nunca!El hecho me sorprendía.Para haber escapado hasta entonces de semejante experiencia, era preciso que hubiera llevado una vida muy regalada.¿De dónde procedía? La pregunta me intrigaba.Pero no era momento para pedirle que me contase su vida.Había otras cosas más apremiantes.Le pregunté: —¿Dónde está el grupo? ¿Lejos? —A una hora de marcha, poco más o menos.—¿Es numeroso? —Son unos cuarenta.—¿Corremos algún riesgo de que se nos echen encima ahora?—No lo creo.No se inquietarán antes de la noche, supongo.Íbamos a pescar, René, el calvo, se me llevaba a todas partes.A su manera, se apegaba a mí como a una cosa nueva que le hubieran regalado recientemente.Me hallaba decorativa, y agradable para la cama.Había de serlo a la fuerza, si no me castigaba.Una vez me tuvo toda la noche con los tobillos atados al cuello.Yo me volvía loca.Acabé aullando.El vino a pegarme y amordazarme.Estuve atada hasta la mañana.Tenía la sensación de ser un pollo preparado para el horno.Sufría unos calambres horribles, me ahogaba y el pánico se apoderaba de mí.Soñaba en escaparme; pero él.—Otro día me contarás tu vida, prenda mía.De momento, hay que largarse de aquí.Cuando descubran la carnicería, es posible que decidan emprender la caza.Hasta ese momento, quiero que les ganemos mucha delantera.La chica me miró, extrañada.Abrió la boca, la cerró y la abrió de nuevo.—¿Me.me llevas contigo?Me puse a reír.—Pollita mía, yo soy como todo el mundo, de vez en cuando necesito una mujer.Hasta que se me haya ofrecido la posibilidad de pasar un ratito agradable contigo, haz como hacías con tu René, no te separes de mí.Y no te andes con bromas, si no quieres que me enfade.La chica me miró.Me sopesaba.¿Sería yo otro René? Por fin emitió un suspirito resignado.Por lo que contaba Jo, en otro tiempo hubo un movimiento feminista que reclamaba la igualdad.Completamente de acuerdo, sólo que en nuestro mundo actual un hombre suele ser más fuerte que una mujer.Y ahí para todo.La cosa no tiene mayor complicación.He recuperado mis cuchillos, los he limpiado y los he colocado otra vez en su sitio.He mirado el arco.Un arma hermosa.Potente.No se trata de una chapucería, no, sino de un producto puro de la técnica de antes.Madera y fibra de vidrio.Además, aquellas bonitas flechas metálicas que habrían atravesado a un buey.No, el arco no es lo mío; y lo sentía de veras.Bajo las pestañas, los ojos de la chica me observaban.Dijo: —Yo sé utilizarlo.Un corto silencio.Luego.—¿Puedo cogerlo?—¿Para agujerearme la espalda?__¡Oh, no! —El grito era sincero—.No quiero volver con aquella gente.Te seguiré de buena gana.No creo que seas como René.Helo aquí.Todos iguales.Enseguida se te pegan.Y luego quieren eso, quieren aquello y quieren la luna.Le corté las ilusiones.—Gatita mía, todo lo que quiero de ti es poder montarte, con toda comodidad, tomándome todo el tiempo que me apetezca.No se trata de unirme contigo, ni pensarlo.Luego podrás ir a que te cuelguen donde te plazca.Yo soy un solitario, no un gregario.No busco una mujer para toda la vida.Los ojos azul—grises se entornaron, y las ventanillas de la nariz palpitaron.— ¡Marrano! ¿Cómo te crees? ¿Irresistible? Hombres como tú.Yo la atajé.—Puedes coger el arco; pero recuérdalo bien
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