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.Por ello es previsible que este delgado volumen siga acaparando nuestra atención cuando muchos de los gruesos tomos de historia hayan caído ya en el olvido.En su epílogo el historiador Jürgen Peter Schmied aborda de modo más prolijo la sugestiva personalidad y obra de Sebastian Haffner.Galaxia Gutenberg / Círculo de LectoresVidaEl padre de Adolf Hitler fue un triunfador.Hijo ilegítimo de una criada, llegó a ocupar un alto cargo en el escalafón funcionarial, y al morir era un hombre respetado que gozaba de excelente reputación.El hijo comenzó como perdedor.No terminó la escuela secundaria, fracasó en el examen de ingreso a la academia de arte y, desde los dieciocho hasta los veinticinco años, primero en Viena, luego en Munich, llevó una vida entre bohemia y de prejubilado, sin oficio ni beneficio ni objetivos profesionales claros.Su pensión de orfandad y la venta ocasional de sus cuadros le permitieron vivir precariamente.Cuando estalló la guerra de 1914, se alistó voluntario en el ejército bávaro.Siguieron cuatro años de servicio en el frente, durante los que su coraje le valió la cruz de hierro de primera y de segunda clase, pero no logró ascender por falta de capacidad de mando.El final de la guerra lo sorprendió en un hospital militar lejos del frente, donde se reponía de las secuelas de un ataque con gas, y después vivió todo un año en un cuartel.Seguía sin aspiraciones ni perspectivas profesionales.Tenía treinta años.A esa edad, en el otoño de 1919, se afilió a un pequeño partido de extrema derecha en el que no tardaría en representar un papel destacado y en iniciar una carrera política que finalmente lo convertiría en una figura histórica.Hitler vivió del 20 de abril de 1889 al 30 de abril de 1945, es decir, casi cincuenta y seis años exactos, un lapso de tiempo inferior a la esperanza media de vida.Entre los primeros treinta años y los veintiséis subsiguientes parece mediar un abismo inexplicable: durante tres décadas no es más que un oscuro fracasado.Luego, y casi de inmediato, se convierte en una celebridad política de ámbito local, y por último es el hombre en torno al cual gira la política del mundo entero.¿Cómo se explica esa transformación?Ese abismo ha dado lugar a múltiples comentarios, pero es más aparente que real.No sólo porque los diez primeros años de su carrera política también tienen un perfil accidentado, ni porque el Hitler político a fin de cuentas también resulta ser un fracasado –aunque a lo grande–, sino sobremodo porque su vida privada continúa siendo deleznable y de escasa sustancia durante la segunda etapa, la etapa pública, al tiempo que su vida política interior, a poco que la examinemos mas de cerca, presenta ya en las primeras décadas –insignificantes a los ojos del público– muchos aspectos insólitos que encierran el germen de todo lo que está por venir.El corte que atraviesa la vida de Hitler no es un corte transversal sino longitudinal.No se trata de una dicotomía entre «debilidad y fracaso hasta 1919» y «fuerza y potencia desde 1920»; lo que hay es más bien, tanto antes como después, una extraordinaria intensidad en la vida y en las vivencias políticas que contrasta con una insólita pobreza en el ámbito personal.El oscuro bohemio de antes de la guerra ya vivía y sentía el devenir político de su tiempo como si fuese un político de primera fila; y el Führer y canciller del Reich siguió siendo, en su vida personal, un bohemio bien situado.El rasgo más significativo de esa vida es su unidimensionalidad.Muchas biografías llevan por subtítulo, bajo el nombre del protagonista, las palabras «Su vida y su tiempo», aunque la «y» sea más disyuntiva que copulativa.Se alternan en ellas capítulos biográficos e históricos; la gran figura del individuo aparece retratada plásticamente ante el trasfondo plano de los acontecimientos de su época, sobresale a la vez que interviene en él.No tiene sentido escribir una biografía de Hitler de esta manera.Todo lo que cuenta en su vida se funde con la historia contemporánea, es historia contemporánea.El joven Hitler la convierte en objeto de reflexión; en la etapa intermedia sigue reflexionando sobre ella, pero ya influye en la misma; el Hitler tardío determina su curso.Primero la historia lo hace a él; luego él hace historia.Y es precisamente de esa relación de lo que merece la pena hablar.Aparte de eso, la vida de Hitler se reduce, básicamente, a una serie de pistas falsas, tanto antes como después.Abreviemos pues.Falta en esa vida –«antes» como «después»– todo lo que suele dar peso, calor y dignidad a una vida humana: la cultura, la profesión, el amor y la amistad, el matrimonio, la paternidad.Si dejamos a un lado la política y su pasión por ésta, es una vida sin contenido y, por tanto, carente de felicidad, pero peculiarmente ligera, liviana, fácil de tirar por la borda.En efecto, la permanente disposición al suicidio acompaña toda la carrera política de Hitler.Y, de hecho, es el suicidio el que rubrica, como algo natural, esa vida.Sabido es que Hitler no contrajo matrimonio ni tuvo hijos [1].También el amor representó un papel insólitamente insignificante en su vida.Hay en ella algunas mujeres, pocas; les concedió escasa importancia y no las hizo felices.Eva Braun, dolida por su desatención y los agravios constantes («Sólo me necesita para ciertos menesteres»), intentó suicidarse en dos ocasiones; su antecesora, Geli Raubal, sobrina de Hitler, llegó a suicidarse de verdad, probablemente por el mismo motivo.Lo cierto es que Hitler se encontraba de campaña electoral y la había dejado sola cuando ella, con su acto, logró obligarlo –y fue la única vez– a interrumpir lo que era más importante para él.Él le guardó luto y la sustituyó por otra.Esa turbia historia es lo que más se asemeja a un gran amor en su vida.Hitler no tenía amigos.Le gustaba pasar horas y horas con auxiliares subalternos –conductores, guardaespaldas, secretarios– y llevar siempre la voz cantante.En compañía de esa «choferesca» solía relajarse.Rehusó la amistad propiamente dicha durante toda su vida.Sus relaciones con hombres como Göring, Goebbels o Himmler siempre fueron frías y distantes.A Röhm, el único de sus paladines con el que tenía una relación de tú a tú, lo mando fusilar.Es cierto que lo hizo principalmente porque Röhm se había convertido en un factor políticamente incómodo.De todos modos, el tuteo no representó un obstáculo para que lo liquidara.Su aprensión general a la intimidad incluso hace sospechar que la apelación de Röhm a una amistad ya prescrita supuso más bien un motivo adicional para quitarlo de en medio.Quedan la cultura y la profesión
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