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.¿Quiere hacerlo ahora o prefiere esperar a que hayan empezado sus vacaciones? Bien mirado, hoy es viernes.Si no trabaja los sábados, podríamos hacerlo ahora mismo.El fin de semana bastará para cicatrizar los dedos.—¿De qué me está hablando?—Ácido, muchacho.Un pequeño preparado propio.Elimina las ondas de modo que nadie puede tomar las huellas.Desde luego, también arranca parte de la piel, pero esto no puede evitarse.Y siento decirle que no tengo a mano ningún anestésico.Sin embargo, esta habitación es a prueba de ruidos, y si grita un poco nadie le oirá.—¿Ácido? ¿Gritos? Oiga, esto no me…El joven Abel se echó atrás, pero míster Caín hizo como si no lo viera y, abriendo un armario, sacó una botella, una palangana y una copa graduada.Trabajó con ello durante un rato y finalmente miró benévolo a su alumno a través de una nube de humo que despedía un olor acre.—Venga —murmuró—.Le dolerá un poquitín, pero le prometo que no es nada si lo comparamos con las angustias de la electrocución.Le aseguro que la silla eléctrica da más cosquilleo, y disculpe mi chiste malo…Pasó más de una semana desde el momento en que míster Abel salió de la librería con los dedos vendados y enguantados, hasta su brusca reaparición una tarde a última hora.Había oscurecido ya y tuvo que golpear la puerta de la tienda durante un buen rato antes de que míster Caín fuese a abrirle.Hizo pasar al joven a la trastienda, contemplando con curiosidad la bolsa de mano que éste llevaba, pero sin decir palabra hasta que ambos estuvieron sentados en la tranquila habitación posterior.Entonces, el anhelo de saber lo sucedido se apoderó del librero.—¿Qué le ha ocurrido? —preguntó—.No volvió para recibir las últimas instrucciones.Estaba inquieto…El joven Abel sonrió.—No tenía por qué preocuparse.Sepa que sus sugerencias fueron perfectamente adecuadas para mis fines.El asunto ha sido un éxito rotundo.—¿De modo que… que lo hizo? Pero, ¿cuándo? No he visto ninguna noticia en los periódicos, nada…—Volví a reflexionar sobre toda la cuestión.Su primera sugerencia, limitarme a estrangular a la víctima, me pareció más eficaz.Claro que aún tenía los dedos un poco doloridos, pero no se presentaron complicaciones.El asesinato en un callejón oscuro fue atribuído a cualquier maniático.Apenas mereció un par de líneas en la Prensa; no me extraña que le pasara inadvertido.Tenga, léalo.Abel le entregó un recorte, y el anciano lo leyó con rapidez.Después levantó la vista, asintiendo.—¿Conque el joven Driscoll, eh? Pero usted me había dicho que no me diría su nombre…—Poco importa, ¿no cree? Él fue quien me envió aquí, y era un ex alumno suyo.—Sí.Fue un caso de celos.Un rival le había quitado la novia.Aunque parezca extraño, no odiaba al hombre, quería matar a la chica.Ella vivía con su rival, y nos costó bastante ocultar su motivo para el asesinato.Finalmente, elaboramos un plan para que la muerte pareciera la obra de una personalidad psicópata.Empleamos el sistema del "bombardeo loco", como yo lo llamo, pero optamos por un autobús en vez de un avión.El truco consistió en colocar la bomba, no en su equipaje, cosa que habría podido inducir a una investigación de motivos, sino en la maleta de un soldado que regresaba al campamento después de gozar de un permiso.Localizamos a ese hombre en un momento oportuno y realizamos la faena.No le molestaré con detalles, pero todo funcionó a la perfección.Abel asintió.—Sí.Cuatro muertos y tres heridos.La chica murió, desde luego.—Tiene usted una memoria excelente.Esto ocurrió hace más de dos años.—Míster Caín hizo una pausa—.¿Acaso se lo contó él mismo?—Él no me contó nada.Fueron suposiciones mías.Usted comprenderá que, al fin y al cabo, yo era su rival.La chica que él mató era mi chica.—¡Oh, ya comprendo! No me extraña que deseara eliminarlo.Pues bien, ya está vengado.—Sí.—Y todo marcha bien cuando las cosas terminan bien.—Pero es que no han terminado.—¿No?Míster Abel abrió su bolsa.—Como usted mismo me explicó, usted fue el cómplice.Ayudó a montar el asesinato.Y por lo tanto…Sacó a relucir un largo cuchillo y una media luna de carnicero.—¡Oiga, espere! —gimoteó míster Caín—.¡No puede hacer semejante cosa!—Usted dijo que esta habitación es a prueba de ruidos
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