[ Pobierz całość w formacie PDF ]
.Quizá.—Bajó la cabeza y comenzó a ponerse el guante nuevamente—.Creía estar segura.Pero cuando te vi en el vestíbulo y vi la expresión de tu cara… me di cuenta de que, en realidad, no lo sé.—¡Celia, escúchame! ¡No existen defectos hereditarios que puedan surgir! ¡Tú lo sabes, maldita sea! Si los hubiera, simplemente no tendríamos hijos, pero no hay razón para ello.Lo sabes, ¿verdad?—Lo sé —dijo ella, asintiendo.—¡Por el amor de Dios! Ven conmigo, Celia.No tenemos por qué casarnos inmediatamente, los dejaremos que se acostumbren a la idea.Siempre lo hacen.Tenemos una familia fuerte pero flexible, Celia.Te quiero.Ella volvió la cabeza y él vio que estaba llorando.Se secó las mejillas con el guante y luego con la mano desnuda, dejando manchas de suciedad.David se le acercó, la abrazó y besó sus lágrimas, sus mejillas, sus labios.Y seguía diciendo:—Te quiero, Celia.Finalmente ella se separó y comenzó a bajar por la cuesta; David la seguía.—Ahora no puedo decidir nada.No es justo.Tendría que haberme quedado en la casa.No tendría que haberte seguido hasta aquí, David.Me he comprometido a partir dentro de dos días.No puedo decir que he cambiado de idea.Es importante para mí.Y para la gente de allá.No puedo decidir de golpe que no voy.Tú fuiste un año a Oxford.Yo también tengo algo que hacer.Él la cogió del brazo y le impidió seguir avanzando.—Dime sólo que me quieres.Dilo, aunque sea una vez, dilo.—Te quiero —dijo ella lentamente.—¿Cuánto tiempo estarás allá?—Tres años.Firmé un contrato.Él la miró, incrédulo.—¡Cámbialo! Hazlo de un año.Entonces ya habré terminado en la Universidad.Puedes enseñar aquí.Que sus estudiantes inteligentes vengan a ti.—Tenemos que volver, o enviarán una expedición de rescate —dijo ella, y después murmuró—: Trataré de cambiarlo.Si puedo.Dos días después, se marchó.David pasó la Nochevieja en la granja Sumner con sus padres y una horda de tías, tíos y primos.El día de año nuevo, el abuelo Sumner dio una noticia.—Vamos a construir un hospital en el arroyo Bear, a este lado del molino.David parpadeó.Eso estaba a un kilómetro y medio de la granja, a muchos kilómetros de cualquier cosa.—¿Un hospital? —miró a su tío Walt, que asintió.Clarence estudiaba su ponche con expresión agria y el padre de David, el tercer hermano, observaba el humo que salía de su pipa.Todos lo sabían, comprendió David.—¿Por qué aquí? —preguntó por último.—Va a ser un hospital de investigación —dijo Walt—.Enfermedades genéticas, defectos hereditarios, esas cosas.Doscientas camas.David meneó la cabeza, incrédulo.—¿Tenéis una idea de lo que costaría una cosa así? ¿Quién va a financiarlo?Su abuelo rió malévolo.—El senador Burke ha tenido la gentileza de proporcionarnos fondos federales —dijo, y su voz se volvió más cáustica—.Y yo convencí a algunos miembros de la familia para que pusieran algo más en la hucha.David echó una mirada a Clarence, que parecía sufrir.—Yo donaré el terreno —continuó el abuelo—.De modo que tenemos apoyos, aquí y allá.—Pero ¿por qué lo hizo Burke? Nunca en su vida has votado por él.—Le dijimos que desenterraríamos un montón de cosas que hemos estado ocultando, que apoyaríamos a la oposición.Aunque fuera un babuino lo apoyaríamos, y la familia ha crecido mucho últimamente, David.Es una familia muy grande.—Bueno, os felicito —dijo David, que aún no se lo creía del todo—.¿Dejarás tu consultorio para dedicarte a la investigación? —preguntó a Walt.Su tío asintió.David vació su vaso de ponche.—David —dijo Walt en voz baja—.Queremos contratarte.—¿Por qué? No me dedico a la investigación médica —dijo, levantando los ojos.—Ya sé cuál es tu especialidad —dijo Walt, siempre en voz muy baja—.Te queremos como consultor y, después, como jefe de un departamento de investigación.—Pero todavía no he terminado mi tesis —dijo David, sintiéndose como si se hubiese metido en una fiesta con marihuana.—Harás otro año de trabajo para Selnick, y eventualmente escribirás tu tesis, un poquito aquí, un detalle allá.Podrías escribirla en un mes, ¿verdad?, si tuvieras tiempo —David asintió, aunque no muy convencido.—Ya lo sé —dijo Walt, sonriendo débilmente—.Estás pensando que te pedimos que abandones la carrera de una vida a cambio de un sueño absurdo.Pero no había ni rastro de una sonrisa cuando añadió:—Pero, David, creemos que esa vida no durará más que dos, tres o cuatro años, como máximo.CAPÍTULO IIDavid miró a su tío, a su padre, a los otros tíos y primos que estaban en la habitación y, finalmente, a su abuelo.Meneó la cabeza, impotente.—Eso es una locura.¿De qué estáis hablando?El abuelo Sumner soltó el aliento de forma explosiva.Era un hombre grande, con pecho macizo y enormes bíceps.Sus manos eran tan grandes como para llevar una pelota de baloncesto en cada una.Pero su rasgo más notable era su cabeza.Era la cabeza de un gigante, y aunque había trabajado el campo durante muchos años y después había supervisado a quienes lo hacían por él, había encontrado tiempo para leer con más amplitud que cualquier persona a quien David conociera.No había ningún libro, salvo los "best sellers" contemporáneos, que alguien pudiera mencionar y él no conociera o hubiera leído.Y recordaba lo que leía.Su biblioteca era mejor que muchas bibliotecas públicas.Se inclinó hacia adelante y dijo:—Escúchame, David.Escúchame con atención.Te voy a decir lo que el maldito gobierno aún no admite.Estamos en el principio de la pendiente por donde se va a precipitar la economía americana, y la de todas las naciones de la Tierra, hasta profundidades que nadie ha soñado.»Reconozco los signos, David.La contaminación nos está derrotando más rápido de lo que nadie supone.Hay más radiación en la atmósfera de la que hubo desde Hiroshima…; pruebas francesas, pruebas chinas.Escapes.Dios sabe de dónde vienen… nosotros llegamos al crecimiento cero de la población hace un par de años, David, pero lo estábamos intentando, y otras naciones están llegando a ello y no lo intentaban.En este mismo momento hay hambre en una cuarta parte del mundo.No dentro de diez años, no dentro de seis meses.El hambre ha llegado, está aquí desde hace tres o cuatro años, y está empeorando.Hay más enfermedades de las que hubo desde que el buen Dios envió las plagas a los egipcios.Y son plagas de las que no sabemos nada.»Hay más sequías y más inundaciones de las que hubo nunca
[ Pobierz całość w formacie PDF ]
© 2009 Każdy czyn dokonany w gniewie jest skazany na klęskę - Ceske - Sjezdovky .cz. Design downloaded from free website templates