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.Ello resulta fácil cuando tal cosa significa volver la vista hacia atrás, a una época en que la Tierra era el mundo.Atraído por un grito femenino, Baley miró hacia la derecha.Una mujer había dejado caer su bolso de mano; la vio por un instante, algo así como una mancha sonrosada contra el gris mate de las bandas.Ahora la propietaria iba volando muy adelante de su adminículo personal.La boca de Baley inició una mueca de indiferencia.La mujer todavía podría recobrar el bolso si era lo bastante inteligente como para bajar hasta las bandas que se movían con mayor lentitud, y siempre que otros pies no la impulsaran en otro sentido.Nunca llegaría a saber si lo había recuperado.La escena se desenvolvía ya muy atrás suyo, y las probabilidades eran de que no lo hallase.Baley seguía reflexionando: era mucho más sencillo en otros tiempos.Todo era muy simplificado.Eso hacía que aumentase el número de los medievalistas.El medievalismo tomaba diferentes formas.Para los no imaginativos de la clase de un Julius Enderby, significaba la adopción de arcaísmos.¡Gafas! ¡Ventanas!Para Baley todo se reducía al estudio de la historia.Especialmente la historia de las costumbres del pueblo.Tomaba como ejemplo la ciudad de Nueva York, lugar donde él vivía y donde concentraba su ser.Era más grande que ninguna otra, excepto Los Ángeles.Con una población muy superior a la de todas, menos la de Shanghai.Apenas contaba con tres siglos de existencia.Por supuesto, algo había estado en la misma superficie geográfica antes de la actual Nueva York.El conjunto primitivo de la población había existido durante más de tres mil años, no únicamente trescientos; pero no era una ciudad.En aquel entonces no había ciudades.Sólo se veían amontonamientos de habitaciones, grandes y pequeñas, abiertas al aire libre.Representaban algo como los domos de los espacianos; aunque distintos, desde luego.Estos amontonamientos (el más grande difícilmente llegaba a los diez millones de habitantes, y la mayoría jamás alcanzaba el millón) se encontraban diseminados a miles sobre la Tierra.De acuerdo con los dechados modernos, tal cosa se distinguía por su total ineficacia y por su falta de economía.El progresivo aumento de la población impuso la eficacia en la Tierra.Hasta cinco mil millones podrían subsistir en el planeta si se reducía paulatinamente el nivel de vida.Sin embargo, cuando el número alcanza los ocho mil millones, la desnutrición es una evidencia palpable.El cambio radical había sido la formación gradual de las ciudades, tras mil años de historia terrestre.Cada ciudad se convirtió en una unidad semiautomática, que se bastaba a sí misma desde el punto de vista económico.Podía ponerse un techo, una bóveda encima, una muralla en torno, y hasta hundirse bajo tierra.Se convirtió en una tremenda bóveda de acero y cemento que se contenía a sí misma en todos sus detalles.No cabía la menor duda al respecto: la ciudad era la culminación del dominio del hombre sobre el ambiente.No los viajes por el espacio, no los cincuenta mundos colonizados que se independizaron con tanta arrogancia, sino la ciudad.Prácticamente toda la población de la Tierra vivía en las ciudades.En el exterior estaba lo salvaje, el cielo abierto que pocos individuos podían afrontar con algo como ecuanimidad.Por supuesto, el espacio abierto era necesario.Poseía el agua, que los hombres deben consumir, el carbón y la madera que significaban las últimas materias primas para los plásticos y para las levaduras que aumentaban sin cesar.Sin embargo, muy pocos humanos se precisaban para explotar las minas y las granjas; todo se podía dirigir a distancia.Los robots llevaban a cabo los trabajos con menos exigencias.¡Robots! He aquí la feroz ironía.Fue en la Tierra en donde se inventó el cerebro positrónico, y en la Tierra en donde por primera vez se aplicaron los robots a un uso productivo.¡No en los Mundos Exteriores! Por supuesto, los Mundos Exteriores siempre se comportaban como si los robots fuesen el resultado de su cultura, nacidos de ella.De todos modos, la culminación de la economía robótica tuvo lugar en los Mundos Exteriores.Aquí, en la Tierra, los robots siempre estuvieron restringidos a las minas y a las extensiones cultivables.Apenas en el último cuarto de siglo, a instancias de los espacianos, los robots empezaron a filtrarse poco a poco en las ciudades.Las ciudades representaban algo bueno.Menos los medievalistas todos sabían que no cabían sustitutos, por lo menos sustitutos adecuados.La única dificultad es que no permanecían siempre como algo bueno.La población de la Tierra seguía en aumento.Algún día, con todo cuanto pudieran hacer las ciudades, las calorías disponibles por persona descenderían a un nivel inferior al de subsistencia básica.Y todo eso empeoraba la situación, porque los espacianos, os descendientes de los primitivos emigrantes de la Tierra, llevaban una existencia de lujo en sus despoblados mundos del espacio.Estaban fríamente decididos a conservar las comodidades que provenían de sus mundos poco habitados, y para se objeto conservaban la proporción de nacimientos con meticulosidad, evitando que los emigrantes se precipitaran desde la Tierra.Y esto
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