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.»Lo agradeció don Martín así, y recibió los marcos;de su casa va a salir y se despide de ambos.Una vez salió de Burgos, el Arlanzón ha pasado,y se dirige a la tienda de su señor bienhadado.Recibióle mío Cid abiertos entrambos brazos:«¿Venís , Martín Antolínez, mi fiel amigo y vasallo?¡Pueda ver el día en que pueda pagarte con algo!»«Vengo, Cid Campeador, y buenas noticias traigo:para vos seiscientos marcos, y yo treinta me he ganado.Mandad recoger la tienda y con toda prisa vámonos,que en San Pedro de Cardeña oigamos cantar el galloveremos a vuestra esposa, digna y prudente hijadalgo.Acortemos vuestra estancia y de este reino salgamos;ello necesario es, porque va a expirar el plazo.»12El Cid monta a caballo y se despide de la catedral de Burgos, prometiendo mil misas al altar de la VirgenY dichas estas palabras, la tienda fue recogida.Mío Cid y sus vasallos cabalgan a toda prisa.La cara de su caballo vuelve hacia Santa María,alza su mano derecha y la cara se santigua:«¡A Ti lo agradezco, Dios, que el cielo y la tierra guías;que me valgan tus auxilios, gloriosa Santa María!Aquí, a Castilla abandono, puesto que el rey me expatría;¡Quién sabe si volveré en los días de mi vida!¡Que vuestro favor me valga, oh Gloriosa, en mi saliday que me ayude y socorra en la noche y en el día!Si así lo hicieseis, oh Virgen, y la ventura me auxilia,a vuestro altar mandaré mis donaciones más ricas;en deuda quedo con Vos de haceros cantar mil misas.»13Martín Antolínez se vuelve a la ciudadSe despidió aquel varón cumplido, de voluntad.Sueltan las riendas y empiezan los caballos a aguijar.Dijo Martín Antolínez, aquel burgalés leal:«Para ver a mi mujer, me volveré a la ciudad,y advertir cómo en el tiempo de mi ausencia habrán de obrar.Si el rey me quita mis bienes, poco ello me ha de importar.Con vosotros estaré cuando el sol quiera rayar.»14El Cid va a Cardeña a despedirse de su familiaDon Martín retorna a Burgos, y mío Cid se marchóa San Pedro de Cardeña, apretando el espolón,con los demás caballeros que sírvenle a su favor.Aprisa cantan los gallos, quieren quebrar el albor;cuando Regó al monasterio el buen Cid Campeador,estaba el abad don Sancho , cristiano del Creador,rezando ya los maitines mientras apunta el albor.Y estaba doña Jimena con cinco damas de pro,rogando a San Pedro Apóstol y al divino Creador:«¡Tú, que eres de todos guía, ampara al Campeador!»15Los monjes de Cardeña reciben al Cid.– Jimena y sus hijas llegan ante el desterradoCuando a la puerta llamaran, de la nueva se enteraron;¡Dios, y qué alegre se puso aquel buen abad don Sancho!Con luces y con candelas salieron todos al patio,y con gran gozo reciben a mío Cid bienhadado:«Gracias a Dios, mío Cid, dijo así el abad don Sancho;pues que al fin os veo bajo de mi custodia hospedado.»Dijo entonces mío Cid Campeador, el bienhadado:«Gracias a vos; satisfecho estoy de veros, don Sancho;yo prepararé el condumio para mí y mis vasallos;al marcharme de esta tierra os daré cincuenta marcos,y si aún vivo más tiempo, os los he de dar doblados.No quiero que el monasterio por los míos haga gasto;para mi esposa Jimena hoy os entrego cien marcos;a ella como a sus hijas y damas servid hogaño.Dos hijas os dejo niñas, tomadlas en vuestros brazos;a vos os las encomiendo desde ahora, abad don Sancho;de ellas y de mi mujer habréis de tener cuidado.Si se acabara el dinero o necesitaren algo,entregadles cuanto pidan, buen abad, así os lo mando;por un marco que gastéis, daré al monasterio cuatro.»Así lo promete hacer el abad de muy buen grado.He aquí que doña Jimena con sus hijas va llegando;sendas damas las traían recostadas en sus brazos.Ante el Cid doña Jimena hincó sus hinojos ambos,con lágrimas en los ojos, le quiso besar las manos:«¡Merced os pido, le dice, Campeador bienhadado!Por calumnias de malsines de esta tierra sois echado
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