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.Nuestro matrimonio había sido concertado, como supondréis.Yo vivía en otra ciudad.Nunca nos habíamos visto.El rey Cana rompió su compromiso conmigo y se casó en secreto con otra mujer.Era una del grupo de la gente de las montañas.Naturalmente, el Consejo de Ministros se escandalizó.Ellos habían preparado nuestro matrimonio.Y el hecho de que el rey Cana se hubiese casado con una persona de las montañas era inaceptable.Los ministros tenían un gran poder y le obligaron a rechazarla.Cuando le contó a su mujer que había decidido obedecerles, ella dejó la ciudad y volvió con su gente.El Rey no sabía que era muy joven.La Reina pasó con suavidad una mano ligeramente temblorosa sobre el tablero.—El Rey descubrió este hecho más tarde.Y ni aun así la buscó.En aquel tiempo yo no sabía nada de todo esto.Llegué para la boda y me casé.Había una sombra en el corazón de mi marido que yo nunca entendí por qué estaba allí.Hasta el último año de su vida.Me contó la historia.Me dijo que era el mayor arrepentimiento de su vida.Nunca se había recuperado de la pérdida de su amor verdadero, ni de su cobardía al no salir a buscar a su enamorada.—Puede que se equivocara —comentó Qui-Gon—.Está bien que reconociera su error antes de morir.Pero, pregunto, ¿qué importancia tiene este hecho hoy en día, reina Veda? —Qui-Gon realizó esta pregunta aunque casi sabía ya la respuesta.—Elan es su hija —la reina Veda contestó tranquilamente—.El pasado siempre vive en el presente.—¿Y por qué nos ha contado todo esto? —preguntó Qui-Gon.—Porque yo también sé ahora que me estoy muriendo —contestó la Reina—.Elan es mi último secreto.Quiero hacer justicia antes de morir, justicia con Elan.Ella debería saber los derechos que tiene de nacimiento.Es la verdadera heredera de la corona, Beju no lo es.Debe tener la marca de la corona.La Reina concluyó suavemente su relato.Su mirada empezaba a perderse otra vez, como si sus pensamientos hubiesen vuelto al pasado.—¿La marca de la corona? —puntualizó Qui-Gon.—La marca de la sucesión —explicó la reina Veda—.No es una marca en el cuerpo.Es algo que sólo el Consejo de Ministros puede identificar.—¿El príncipe Beju no la tiene? —preguntó Qui-Gon.—Si lo que me contó mi marido es verdad, no —replicó la Reina—.La principal preocupación del Consejo de Ministros no es probarlo.Como podéis imaginar, la mayoría de ellos no están contentos con que haya elecciones.El que gane tendrá el derecho a convocar elecciones al Consejo.Qui-Gon asintió.Era obvio que el Consejo iba a apoyar a Beju para mantener su propio poder.—¿Qué quiere que hagamos? —preguntó.—No puedo entrar en contacto con Elan —dijo la Reina—.Obviamente, ella no quiere reunirse conmigo.Pero si vosotros pudierais mandarle un mensaje y convocarla a una reunión.Poca gente rechazaría la petición de un Jedi, admitidlo.La gente de la montaña ha cortado la comunicación con el exterior.Podría mandar a alguien que transmitiera el mensaje.Viajar a las montañas es difícil y peligroso.—La Reina se miró sus manos entrelazadas—.Y hay algo más que todavía no os he contado.El Consejo no quería que vinieseis.Tuve que negociar con ellos.Según los términos de nuestro acuerdo, no se os permite la salida de la ciudad de Galu.—Esto complica las cosas aún más —observó Qui-Gon.—Sí, pero no las hace imposibles —la Reina comentó esperanzada—.Quizás tú puedas.De repente la ornamental puerta de metal de la habitación fue desplazada con tanta fuerza que golpeó en la pared haciendo un gran estruendo.El príncipe Beju irrumpió acompañado de un hombre alto y calvo vestido con un traje plateado.El Príncipe señaló con el dedo a Obi-Wan y Qui-Gon.—¡Abandonad Gala de inmediato! —gritó.Capítulo 3La Reina se puso de pie.—Beju, explícate —le ordenó, y su voz denotaba enfado.Beju empezó a dar vueltas lentamente alrededor de los Jedi con una mirada de desprecio.Era un joven de cuerpo sólido, de altura y peso aproximado al de Obi-Wan, pero con el pelo a la altura de los hombros que era de un color tan claro que parecía blanco.Los ojos eran del mismo color azul hielo que los de su madre.En su breve encuentro con el Príncipe, Obi-Wan había tenido tiempo de hacerse una idea completa de la arrogancia del chico.Mantuvo su propia mirada inteligente pero neutral.Qui-Gon tenía razón.No deberían enemistarse mucho más con el Príncipe.—Se autodenominan Jedi, pero no hacen más que crear problemas —espetó el príncipe Beju—.¿Has oído hablar de lo que hicieron en Phindar? Se entrometieron y sembraron la discordia.Hubo una gran batalla como consecuencia de sus actos, causando muchos muertos.¿Quieres que eso pase en Gala, madre?—Lo que hicieron fue acabar con una organización criminal que se había establecido en el planeta —replicó calmadamente la reina Veda—.Los habitantes de Phindar son libres.Y además nos han traído bacta para ayudarnos con nuestra escasez.El Príncipe se ruborizó.—Un regalo —comentó despectivo—.Fui yo quien estuvo en Phindar para negociar el bloqueo del bacta.¡Gracias a los Jedi, los rebeldes de Phindar descargaron el bacta de mi nave! No hay duda de que los Jedi les ordenaron que lo hicieran.¿Y ahora ellos traen mi bacta como un regalo? ¡Debe ser una broma!Obi-Wan se estiró con rabia.¿Por qué Qui-Gon no hablaba? El Príncipe estaba dando su propia versión de lo que había sucedido en Phindar.Y estaba llena de mentiras.El príncipe Beju sabía que los Jedi no tenían pruebas de que el Príncipe quisiera causar algún daño a Gala.Obi-Wan se dio cuenta de lo inteligente que era.Pero, ¿por qué Qui-Gon no le contaba la verdad a la reina Veda?El delicado hombre calvo situado al lado de Beju se giró hacia los Jedi.—¿Qué tenéis que decir a eso?—Este es Lonnag Giba —dijo la reina Veda, volviéndose hacia los Jedi—.Es el presidente del Consejo de Ministros, que aprobó gustosamente vuestra visita
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