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.Intentó jugar conmigo.No sólo no había jugado nunca conmigo, es que ni siquiera me había hablado.»El caso es que se arrodilló en la alfombra junto a mí, me enseñó sus dientes, e hizo bailar la maraña de cuerda delante de mi cara."¿Ves, ves, ves? —preguntó—.Una cuna de gato.¿Ves la cuna de gato? ¿Ves dónde duerme el gatito? Miau, miau."»Sus poros parecían tan grandes como los cráteres de la luna.Tenía las orejas y las narices llenas de pelos.Olía igual que la mismísima boca del infierno.A tan poca distancia, mi padre era la cosa más fea que he visto en mi vida.Es algo con lo que sueño siempre.»Y entonces se puso a cantar: "Duerme gatito, entre ramas y hojas —cantó—, la cuna se mece cuando el viento sopla; se cae la cuna, la rama está rota; cuna y gatito, se caen de la copa."»Me brotaron las lágrimas.Me levanté de un salto y salí de casa corriendo tan deprisa como pude.»Debo terminar aquí.Son más de las dos de la madrugada y mi compañero de habitación acaba de despertarse quejándose del ruido de mi máquina de escribir.»6Peleas de bichosA la mañana siguiente, Newt siguió con su carta.La siguió de este modo:«Mañana siguiente.Aquí me tiene de nuevo, fresco como una rosa después de ocho horas de sueño.Ahora hay mucha calma en el hogar de la hermandad.Todo el mundo está en clase menos yo.Soy un tipo privilegiado.Ya no tendré que ir a clase nunca más.Me expulsaron la semana pasada.Estaba en el curso preparatorio de medicina.Han hecho bien en expulsarme.Habría sido un médico malísimo.»Cuando termine esta carta, creo que iré al cine.O si sale el sol, quizá vaya a dar un paseo por uno de los barrancos.¿A que son preciosos los barrancos? Este año, dos chicas se tiraron a uno cogidas de la mano.No consiguieron entrar en la hermandad que querían.Querían ingresar en la Tri-Delta.»Pero volvamos al 6 de agosto de 1945.Mi hermana Angela me ha dicho muchas veces que aquel día ofendí mucho a mi padre al no mostrar ninguna admiración por la cuna de gato y al no permanecer con él en la alfombra para oírle cantar.Puede que le ofendiera, pero no creo que le ofendiera demasiado.Era uno de los seres humanos mejor protegidos que haya existido.La gente no podía afectarle mucho, simplemente porque no tenía ningún interés por la gente.Recuerdo una vez, aproximadamente un año antes de su muerte, en que intenté persuadirle para que me contase algo acerca de mi madre.No pudo recordar nada al respecto.»¿Ha oído alguna vez la famosa historia del desayuno, el día en que mi madre y mi padre se iban a Suecia para recoger el Premio Nobel? La historia apareció una vez en The Saturday Evening Post.Mi madre preparó un gran desayuno, y entonces, al recoger la mesa, encontró junto a la taza de café de mi padre una moneda de veinticinco centavos, otra de diez centavos y tres centavos.Mi padre le había dejado propina.»Después de dejar tan espantosamente ofendido a mi padre, si es eso lo que hice, salí corriendo al patio.No sabía adónde iba hasta que encontré a mi hermano Frank bajo una gran espírea.Entonces Frank tenía doce años y no me sorprendió encontrarle allí debajo.En los días de calor pasaba mucho tiempo en aquel sitio.Hacía un hoyo en la tierra fría, alrededor de las raíces, igual que un perro, y nunca sabías lo que Frank tenía allí metido bajo el arbusto.Unas veces tenía un libro obsceno, otras una botella de Jerez para guisar.El día en que lanzaron la bomba, Frank tenía un cucharón y un tarro de cristal.Lo que hacía era meter en el tarro, con la cuchara, diferentes clases de bichos y hacer que se peleasen.»La pelea de bichos era tan interesante que dejé de llorar en el acto.Todo lo referente al viejo se me olvidó.No recuerdo qué insectos había metido Frank en el tarro aquel día para que se peleasen, pero recuerdo otras peleas de bichos que organizamos después: un escarabajo volador contra un centenar de hormigas rojas, un ciempiés contra tres arañas, hormigas rojas contra hormigas negras.A menos que agites el tarro sin parar, no se pelean.Y eso es lo que Frank estaba haciendo, agitar el tarro sin parar.»Al cabo de un rato, Angela vino a buscarme.Levantó un lado del arbusto y dijo: "¡Conque aquí estás!" Le preguntó a Frank qué hacía y éste le dijo: "Hago experimentos." Eso es lo que siempre decía Frank cuando la gente le preguntaba qué estaba haciendo.Siempre decía: "Hago experimentos."»Por aquel entonces Angela tenía veintidós años.Ella había sido el verdadero cabeza de familia desde los dieciséis años, desde la muerte de mi madre, desde mi nacimiento.Angela solía contar que tenía tres hijos: Frank, mi padre y yo.Y no exageraba.Recuerdo las mañanas frías en que Frank, mi padre y yo nos poníamos en fila en el vestíbulo y Angela nos abrigaba, tratándonos a los tres por igual.Sólo que yo iba al jardín de infancia, Frank iba al Instituto y mi padre iba a trabajar en la bomba atómica.Recuerdo una mañana en que el quemador de aceite fallaba, los conductos se habían helado y el coche no arrancaba.Allí estábamos todos en el coche mientras Angela no dejaba de apretar el botón de arranque hasta que se acabó la batería.Entonces mi padre dijo en voz alta, ¿sabe lo que dijo?, pues dijo: "Hay algo de las tortugas que me intriga." Y Angela le preguntó: "¿Qué te intriga de las tortugas?" "Cuando meten la cabeza —dijo—, ¿su columna vertebral se dobla o se contrae?"»Por cierto, Angela es una de las heroínas desconocidas de la bomba atómica, y no creo que se haya contado nunca esta historia.Quizá le sirva a usted.Después del episodio de la tortuga, mi padre se interesó tanto por las tortugas que dejó de trabajar en la bomba atómica.Algunas personas del Proyecto Manhattan vinieron al final a casa para preguntarle a Angela qué se podía hacer.Ella les dijo que se llevasen las tortugas.De modo que una noche se metieron en el laboratorio de mi padre y robaron las tortugas y el acuario.Mi padre nunca dijo una palabra acerca de la desaparición de las tortugas.Sólo se limitó a ir a trabajar al día siguiente y buscar cosas con las que jugar y en las que pensar, y todo lo que había para jugar y en lo que pensar tenía que ver con la bomba.»Cuando Angela me sacó de debajo del arbusto, me preguntó qué es lo que había ocurrido entre mi padre y yo.Yo no dejé de repetirle una y otra vez lo feo que era y cuánto le odiaba.De modo que me dio un bofetón."¿Cómo te atreves a decir eso de tu padre? —dijo—, es uno de los hombres más importantes que haya existido nunca.¡Hoy ha ganado la guerra! ¿Te das cuenta de lo que eso significa? ¡Ha ganado la guerra!" Y me dio otro bofetón.»No le reprocho a Angela que me pegara.Mi padre era todo lo que ella tenía.No tenía novio, no tenía un solo amigo.Sólo tenía un pasatiempo.Tocaba el clarinete.»Volví a decirle cuánto odiaba a mi padre.Ella volvió a abofetearme y entonces Frank salió de debajo del arbusto y le dio un puñetazo en el estómago
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