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.Los bocadillos y los sándwichesA buen hombre no hay pan duroLos bocadillos de calamares son, sin duda, los seres menos fotogénicos que existen.Esas fotos de bocadillos que ponen en los bares como si fueran la cartelera de unos multicines no tienen perdón de Dios.Jamás entenderé por qué hay que andar haciendo fotos a los bocadillos de calamares.¡La gente ya saben cómo son! No me imagino a nadie leyendo la carta y diciendo: «Bocadillo de calamares…, esto qué era?».¡Dejadlos en paz, por Dios! •Ellos también necesitan intimidad!Dice el hostelero: «Es un reclamo publicitario…».¡N000! Es imposible que alguien vea ese bocadillo, con los calamares por fuera, como si fueran los amarres de un barco, y le apetezca pedirse uno.Más bien es disuasorio.¿En qué momento de nuestra vida perdimos el respeto hacia los bocadillos? Porque de pequeños los amamos.Recordad la merienda.En esos días de pan y chocolate el bocadillo es un tesoro.Si por cualquier razón te ves obligado a compartir, lo haces marcando con los dedos hasta dónde puede morder la otra persona.Valoras más el bocadillo que tus propios dedos.A lo mejor el otro niño se lanza, ¡ñam…!, te lleva los pulgares y dice: «Mmm… qué rico, salchichillas…!».Otra situación en la que uno come bocadillo es cuando tiene derecho a un comedor, bien en un colegio, bien en la universidad, pero no va a poder ir, y entonces a uno le dan una bolsa blanca de plástico con un bocadillo, una lata, una servilleta y una pera.Y la lata transparenta.Sabes lo que vas a beber, pero no lo que vas a comer.Ahí los bocadillos ya han empezado a importarnos poco.Cuando somos pequeños el bocadillo es el pan con jamón nuestro de cada día.En cambio, los mayores sólo comen bocadillos en casos de emergencia, una excursión, un aeropuerto, en el fútbol… Ver a tu padre comiendo un bocadillo es una cosa muy rara.Es como ver al Papa jugando al póquer.Los adultos no saben comer bien los bocadillos, han perdido la práctica.Muerden, les toca una loncha de jamón correosa, no la pueden cortar con los dientes, sacan para afuera todo el contenido del bocadillo… Se queda vacío.Sin alma.Pero siguen comiendo como si no hubiera pasado nada.Eso no sucede con el hermano pequeño del bocadillo, el sándwich.El sándwich es más afable.Y el más afable de todos, el de Nocilla, la joya de la alimentación de baja estofa.Abunda en los cumpleaños.Un plato lleno de sándwiches de Nocilla es una delicia.¿Cómo a las madres se les puede ocurrir poner al lado un plato de sándwiches de fuagrás? Claro, al final sobran todos.Se quedan allí los pobre sándwiches de fuagrás con ese relleno rosadillo, mirando a los niños:–¡Cógeme a mí, que soy más sano!–¡Cógeme a mí!–¡Cógeme a mí, que soy más bueno que el pan!El sándwich vegetal arremete contra las normas de la lógica.Tiene atún.¿Qué tipo de vegetal es el atún? O el huevo duro.¡Yo es que me indigno! Basándonos en esos estrictos criterios de selección podemos meter tuercas, que al menos tienen hierro.Los que más atentan contra el sentido común y la razón son otro tipo de sándwiches más adultos, muy propios de aeropuertos y hospitales: los que vienen en cajita de plástico triangular.Eso es un sin Dios.Esos sándwiches de sabores rarísimos combinados como «cangrejo y mahonesa con pollo», «queso y mantequilla de maíz»… Luego abres ese sándwich y no tiene nada que ver con lo que acabas de leer, es una especie de pasta color beige, con grumos.Para ser fieles a la lógica, en la etiqueta debería poner «vomitillo».Abres ese sándwich y puede que distingas algunos alimentos por la forma o la textura, pero el color está cambiado.Una lechuga blanca, un jamón de york rojo, un pollo negro, un cangrejo gris…Un pariente cercano de estos sándwiches son los canapés.Un canapé es un sándwich bonsái.Mi madre hace canapés de muy alta costura, elaboradísimos.Si te pasas por la cocina unos minutos antes de que lleguen los invitados los tiene en bandejas cubiertos con unos plásticos transparentes.Es como si los criara en invernaderos.Lo que más me fascina de las fiestas en las que hay canapés es que siempre hay algún señor que los llama «canapiés».¡Eso es un peligro! Cuando alguien dice por primera vez «canapié» es muy difícil que lo vuelva a decir bien.Es por una razón muy sencilla: siempre que alguien dice «canapiés» puede que pasen dos cosas, que la gente se ría o que no.En ambos casos, mal asunto.Si la gente se ríe ese hombre seguirá diciéndolo siempre, es un chiste que funciona.Pero si la gente no se ríe ese hombre nunca le echará la culpa al chiste sino al volumen con que ha sido pronunciado.Y lo que hará la próxima vez es decirlo un poco más alto y más claro.«Vaya, parece que ya han traído los canaPIÉs…».Y si no hay risa: «Caramba, cada vez quedan menos cana… PIÉS»
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